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¿No existen ‘millennials’ o ‘generación Z’ en Latinoamérica?


La Teoría Generacional nace en 1991 con la publicación del libro Generations: The History of America’s Future de Neil Howe y William Strauss. En este, los autores analizan la historia de Estados Unidos a través de biografías generacionales que se remontan a 1584 y se extienden hasta 2069.

En 1997, publicaron The Fourth Turning, donde ampliaron la teoría para describir la historia de EE. UU. en ciclos repetitivos de estados de ánimo sociales. Estos ciclos, que abarcan aproximadamente 80 años, se dividen en cuatro etapas recurrentes: Alto (una era de prosperidad), Despertar (una fase de agitación social y ética), Desmoronamiento (una época de desconfianza y retiro de las instituciones) y Crisis (un período de gran conflicto o agitación). Los libros analizan y describen específicamente la historia de los Estados Unidos, incluidas las Trece Colonias y sus antecedentes británicos, es importante recordar esto.

Según Strauss y Howe, la historia avanza en ciclos de cuatro arquetipos generacionales que se repiten: los "profetas" nacen al final de una Crisis, los "nómadas" durante el Despertar, los "héroes" en el Desmoronamiento, y los "artistas" en medio de una Crisis. Los autores identificaron figuras históricas que representan cada arquetipo: los "héroes" como John F. Kennedy y Ronald Reagan; los "artistas" como Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson; los "profetas" como Abraham Lincoln y John Winthrop; y los "nómadas" como John Adams y Ulysses Grant. Para ellos, cada generación comparte características y experiencias vitales comunes que las definen. 

Dividir a la humanidad en generaciones solo confirma prejuicios ya existentes. Por ejemplo, según esta teoría la generación Y o millennials, creció en la era digital y se caracterizaría por su dominio de las redes sociales, el deseo de gratificación instantánea y su adaptación a un mundo de acceso rápido a la información. 

Por otro lado, la generación Z, nacida en plena revolución tecnológica, estaría aún más conectada a la tecnología. Aunque todavía es pronto para definir su comportamiento con claridad, muchos destacan su interés por la sostenibilidad, la economía colaborativa y el activismo digital. 

La teoría generacional ha sido duramente criticada por investigadores, historiadores y periodistas, quienes la describen como pseudocientífica. Muchos incluso la comparan con un horóscopo histórico que no soporta el escrutinio académico. Las críticas se centran en la falta de evidencia empírica sólida y en el hecho de que los autores consideran que las generaciones son una fuerza social más poderosa que otras categorías, como la clase social, la raza, el género o la religión.  

Sin embargo, los propios Strauss y Howe admiten que los límites generacionales no son exactos y que los ciclos pueden acelerarse o retrasarse, como las estaciones. Es decir, que no se puede afirmar que la Generación X nació entre 1961 y 1981, la Generación Y o Millennials nacieron entre 1982 y 2004 ni que la Generación Z nacieron entre el 2005 hasta la actualidad. Simplemente es una referencia general y de ninguna manera es un parámetro exacto.

Ya sabemos quiénes crearon esta teoría y de dónde viene, pero la gran pregunta es: ¿por qué sigue siendo tan popular, incluso sin sustento científico? La respuesta, como en muchas cosas, es el dinero. Strauss y Howe no solo son autores, sino también los fundadores de la consultora LifeCourse Associates, una empresa rentable que capitaliza la popularidad de su teoría ofreciendo asesorías a grandes marcas como Nike, Cartoon Network y Ford, así como a universidades y al Ejército de los EE. UU.

Muchos califican el éxito comercial de esta teoría preocupante, porque los autores tienden a simplificar las diferencias sociales, basándose en ejemplos seleccionados y reforzando una visión de una sociedad principalmente blanca, de clase media y alta. Muchos de los rasgos generacionales que describen no se aplican a personas de color, latinos o quienes crecieron con menos recursos. 

Entonces, esta teoría ni siquiera es aplicable en su totalidad a la población de Estados Unidos, etiquetar a un latinoamericano como millennial o generación Z es simplemente absurdo porque los contextos históricos, políticos y económicos son completamente diferentes. Bajo esta perspectiva, el pensamiento generacional se convierte en una forma de intolerancia disfrazada de inofensiva.  

Imagina a tres mujeres que nacieron el mismo día, técnicamente pertenecen a la misma generación. Pero resulta que una nació en Beverly Hills, Estados Unidos, rodeada de privilegios económicos, acceso a educación de élite y una red de contactos poderosa. Otra nació en Oaxaca, México, creciendo en una comunidad rural con acceso limitado a servicios básicos y oportunidades educativas. La tercera nació en Guayaquil, Ecuador, en un sector donde la violencia y la desigualdad económica son parte de la vida diaria. 

A pesar de tener la misma edad, sus experiencias, oportunidades y desafíos no podrían ser más diferentes. Intentar agruparlas bajo una misma etiqueta generacional borra las particularidades de sus realidades. Este es el problema con la teoría generacional: ignoran los contextos sociales, económicos y culturales que realmente moldean nuestras vidas.

Pretender que las mismas etiquetas sean válidas aquí es, francamente, ingenuo. Quizá sería más razonable que cada país construyera sus propias categorías generacionales basadas en sus propios contextos y eventos históricos. 

Los académicos han estudiado el concepto de “generaciones” durante más de un siglo, y la mayoría coincide en que es una idea falsa. Si bien las diferencias entre grupos de edad pueden ser interesantes de analizar, hacerlo de manera seria requiere parámetros cuidadosos y una investigación bien fundamentada. 

La teoría generacional de Strauss y Howe es más bien una falacia lógica o misticismo histórico. Su éxito radica en lo simplista y generalizadora que es, lo que la hace fácil de aprender y difundir. Vende, y lo que vende se propaga. La realidad, por el contrario, es mucho más compleja, aburrida y difícil de vender. El análisis real de la sociedad no es fácil ni divertido de leer, pero es más preciso. 

Es cierto que las personas nacidas en épocas distintas viven vidas muy diferentes, pero las etiquetas generacionales pueden ser torpes y cada vez menos precisas. Estas etiquetas eliminan matices y silencian las experiencias de millones de personas que no encajan en las categorías propuestas. En general, las etiquetas generacionales son absurdas porque, en su mayoría, son inventadas. Estas categorías no han sido certificadas por ningún organismo oficial, simplemente fueron aceptadas por repetición. 

La idea de una cohorte generacional no es, en esencia, un concepto inválido. El problema radica en la forma simplista y desinformada en la que se ha ejecutado. Si dedicáramos el tiempo y esfuerzo necesarios para corregir estos errores, podríamos transformar esta pseudociencia en una herramienta social relevante y científicamente válida. Las divisiones entre generaciones son, en última instancia, construcciones de nuestra imaginación colectiva.  

Al igual que los horóscopos, las etiquetas generacionales ofrecen una narrativa fácil de entender y reconfortante. Nos encanta que nos cuenten historias que, aunque ficticias, nos permitan sentir que entendemos un mundo caótico y desordenado. No importa que carezca de fundamento, lo importante es que suena bien y es divertido creérselo. 

Otra razón clave para la propagación de la teoría generacional es nuestra necesidad innata de pertenecer a grupos. Identificarnos como millennials, generación X o Z nos proporciona una sensación de identidad colectiva. Pero este sentido de pertenencia tiene un lado oscuro: al formar parte de un grupo, nos distanciamos de otros, creando divisiones y fomentando conflictos basados en etiquetas vacías.

En última instancia, el uso de etiquetas generacionales no sólo genera confusión, sino que también limita nuestra capacidad para entender la complejidad real de las sociedades. Al reducir a las personas a un estereotipo generacional, ignoramos factores más profundos que realmente moldean nuestras vidas, como la desigualdad, la política y la economía, así como las experiencias únicas de cada individuo. Si seguimos alimentando estos clichés, perpetuamos prejuicios y malentendidos. 

Sabemos que las etiquetas generacionales seguirán usándose porque son populares y prácticas para referirse a rangos de edad. Sin embargo, no deben tomarse más allá de eso. Decir que alguien es 'millennial' o 'Gen Z' simplemente nos da una idea de su edad, pero no explica quién es realmente ni lo que ha vivido. Al final del día, somos mucho más que una simple etiqueta.

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