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Burnout: El gran agotamiento global

La fatiga se ha vuelto tan común y generalizada que el fenómeno incluso se ha ganado un nombre: el gran agotamiento o "burnout".

El período posterior a la pandemia, que comenzó como la Gran Renuncia (un fenómeno observado a partir de 2021, cuando un gran número de trabajador s comenzaron a renunciar) se convirtió en un gran agotamiento. Más allá de los desafíos habituales de la vida en la oficina, todo el mundo está cansado.

En recientes investigaciones en ocho países sobre el burnout, -síndrome que genera la sensación de agotamiento-, se revelaron el aumento exponencial de casos llegando a el 48% de los entrevistados.

En Argentina diversos estudios afirman que el 40% de las personas económicamente activas sufren de burnout. Las ausencias laborales por este síndrome han aumentado casi un 1.000% en una década.

Las diversas investigaciones demuestran que estamos en una época de agotamiento, una época caracterizada sobre todo por el cansancio, la decepción y el agotamiento. 

Anna Katharina Schaffner, historiadora cultural y experta en burnout, publicó en 2016 el libro "Exhaustion: A History" editado por la Universidad de Columbia. En el mismo la autora explicó que agotamiento puede ser entendido no solo como un estado físico, mental o espiritual individual, sino como un fenómeno cultural más amplio. El burnout es el sentimiento que define el mundo post pandemia. 

Aunque generalmente se considera una aflicción relacionada con la vida, el agotamiento es un fenómeno antiguo cuya comprensión ha variado a lo largo de la historia. 

En la antigua Grecia, por ejemplo, el poema épico "Argonaúticas" de Apolonio de Rodas, sobre la expedición de Jasón y sus compañeros describe el agotamiento como resultado de la influencia de la mente en el cuerpo. Siglos más tarde, en la época romana, el médico Galeno de Pérgamo profundizó la teoría humoral del griego Hipócrates para para sugerir exactamente lo contrario: el agotamiento sería el resultado de desequilibrios en el cuerpo, que luego afectarían a la mente. En la Edad Media, se ha convertido en sinónimo de un fracaso espiritual y moral. En el Renacimiento, las estrellas entraron en el juego: Saturno se asoció con el agotamiento por sus supuestos vínculos con la melancolía y su influencia en los estados intelectuales y existenciales. Se consideraba que el planeta moldeaba el intelecto debido a su posición como el más alto de los planetas y, si no con razón, administrado, podría influir en las energías humanas y potencialmente causar agotamiento.

En la era moderna, especialmente a partir del siglo XIX, la comprensión del agotamiento ha ganado contornos más parecidos a los actuales: El cansancio llegó a ser visto como una reacción a la urbanización, la industrialización y las tensiones de la vida moderna. 

En 1869, el neurólogo estadounidense George Beard acuñó el término neurastenia para describir un cuadro de agotamiento físico y psicológico que sería el resultado de factores endógenos y exógenos, es decir, una combinación de predisposición genética para la ansiedad, la depresión y el cortisol (una hormona implicada en la respuesta al estrés) con situaciones que podrían incluir desde un trabajo frustrante hasta los problemas familiares. Entre los principales síntomas destacados fueron dolores de cabeza y dolores corporales, debilidad y entumecimiento, dificultad de concentración, trastornos del sueño (insomnio o sueño excesivo) y problemas gastrointestinales. Los tratamientos incluyeron cambios en la dieta, actividad física, descanso y psicoterapia.

Poco más de un siglo después, entre las décadas de 1970 y 1980, la neurastenia pasó a llamarse burnout, y ligado a diversas situaciones laborales. A principios de la década de 1970 se empezó a cuantificar los efectos del exceso de trabajo. De esa investigación se publicó en 1974 un artículo en el que describía los síntomas del burnout y quiénes serían más propensos a padecerlo: trabajadores dedicados y comprometidos, que trabajan para demasiado tiempo y con demasiada intensidad, con poco reconocimiento o compensación económica.

En la década del ochenta la Universidad de California en Berkeley comenzó su investigación sobre el burnout, y en 1981 desarrolló el Maslach Burnout Inventory (MBI), un instrumento de evaluación psicológica compuesto por 22 síntomas relacionados con el agotamiento laboral. 

Ahora, a casi medio siglo de iniciadas las investigaciones, se identificaron las tres dimensiones fundamentales del burnout. El agotamiento, la despersonalización (o el escepticismo) y el bajo rendimiento profesional sirvieron de base para la comprensión actual de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 2022 se reconoció el burnout como un síndrome resultante del estrés crónico en el ambiente laboral.

¿Hasta dónde llega el agotamiento?

Aunque parecen términos similares, el agotamiento y el gran agotamiento, no son sinónimos. El gran agotamiento es la sensación de que una persona está más allá de sus recursos, pero no se configura como burnout porque no tiene dos dimensiones (despersonalización y bajo rendimiento profesional). Mientras que en el burnout la persona achaca al trabajo las sensaciones desagradables. En el gran agotamiento la causa estaría más relacionado con la incertidumbre, la inseguridad o la falta de perspectiva. El problema es que, desde la aparición del término burnout y la popularización del fenómeno, los límites entre la vida personal o de ocio y el trabajo se volvió cada vez más difuso. 

Sin embargo, hay muchos espacios y situaciones que no se limitan al ambiente de trabajo en el que las personas pueden tener los mismos signos y síntomas de agotamiento. Por ejemplo, hay tres categorías: por volumen (cuando hay más tareas de las que la persona puede realizar); social (resultante de exigencias interpersonales excesivas); y por aburrimiento (falta crónica de interés en la vida). Por lo tanto es difícil diferenciar el agotamiento del gran agotamiento o del burnout.

En los trastornos que tienen como síntoma el cansancio, es desafiante definir cuándo esta sensación es motivo de alerta. Si bien en occidente se preocupan por teorizar patologías centradas en el agotamiento, es interesante observar que más allá de la ingesta de calorías no existen métodos científicamente aceptados para medir la energía humana en la medicina occidental.

También se considera que el agotamiento no es sólo físico, sino también mental y emocional. A largo plazo, el agotamiento crónico puede ser un factor de riesgo para enfermedades como la hipertensión y trastornos del estado de ánimo como la ansiedad y la depresión.

Sociedad del cansancio

Coincidencia o no, en el mismo período en el que se realizó la investigación sobre el burnout, la sociedad comenzó a sufrir transformaciones que favorecieron el burnout. Se ha pasado de una sociedad con modelo disciplinario, que tenía el paradigma de la obediencia, a un modelo de negocios, que tiene el paradigma de la acción. Mientras que en la sociedad disciplinaria la gente estaba limitada por una negatividad externa que limitaba sus acciones, en la nueva sociedad el individuo se vuelve responsable de su propia condición social, económica y de salud mental, en un exceso de positividad que hace que todo parezca posible. Es la ola del “sí, podemos hacerlo”; todo lo que necesitas es motivación, iniciativa y flexibilidad para realizar la tarea.

Si bien todo esto puede parecer como sinónimo de libertad, el sujeto acaba atrapado en sí mismo. Como dice el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien afirma que este exceso de positividad hace que las personas se exijan por resultados y productividad; al hacerlo, ellos convertirse en vigilantes y verdugos de sus propias acciones. Es como ese sentimiento de culpa que te puede atacar cuando te tumbas en el sofá sin hacer nada. En esta sociedad todo se transforma en trabajo y productividad: hasta el tiempo de descanso se hace necesario solo para recuperarnos de trabajo y seguir funcionando.

Además, con el avance de las plataformas digitales, la pandemia exacerbó esto por una digitalización de la economía más intensa, y por hacernos abrir más trozos de nuestra vida para la digitalización de una manera que no se había dado antes. Durante esta transformación, se volvió normal hablar con tu jefe online en cualquier momento o incluso trabajar durante las vacaciones.

Hemos escuchado cada vez más que “tenemos que hacer más con menos". Esto significa sentir estrés todo el tiempo sin importar lo que hagas. Por ejemplo, el debate actual sobre la priorización de las habilidades blandas (habilidades subjetivas, como resiliencia) en detrimento de las habilidades duras (habilidades técnicas). El agotamiento implica repensar elementos de nuestra sociabilidad que puede causar agotamiento. Si bien la sociedad actual reconoce que existe un problema de salud mental muy grave, tiende a relacionarlo con factores socioeconómicos, y, sin embargo, no ha hecho nada cambiarlo.

La lista de medidas individuales para evitar o minimizar el agotamiento es tan larga como obvia: ser consciente de los propios límites y realmente respetarlos; insertar pausas en la rutina o relajación (que va desde caminar hasta respiraciones profundas; cuidar la alimentación evitando el exceso en el consumo de alcohol y café; practicar regularmente alguna actividad física; regular el sueño; cultivar relaciones; y priorizar el tiempo libre. 

De todas formas, si se quiere cambiar todo al mismo tiempo, provocará más tensión, estrés y sentimiento de impotencia. Se debe empezar poco a poco. 

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