Aunque la generación Z puede tener menos relaciones sexuales que sus mayores, se resiste a las antiguas definiciones de sexo y género, mientras es catalogada como puritanos incapaces de comprender los matices de las relaciones humanas.
Aparentemente no tienen sexo con la suficiente frecuencia ni con suficientes chicos. No son lo promiscuas que se creían que eran. La "cultura del ligue", que reinaba en el año 2000 con los millennials que tenían sexo tan casual que rozaba la indiferencia.
Muchos chicos de la generación Z han comprendido que el sexo, sus consecuencias y el control sobre ambos son armas políticas.
Programas como Gossip Girl y Skins mostraban a adolescentes practicando sexo de forma tan acrobática que se lanzaban contra las paredes; libros con títulos como "El fin del sexo: cómo la cultura del ligue está dejando a una generación infeliz, sexualmente insatisfecha y confundida sobre la intimidad" llenaban las estanterías de las librerías. Hasta el New York Times publicó numerosos y variados artículos lamentando cómo la cultura del ligue estaba convirtiendo los orgasmos en una especie en peligro de extinción.
La cultura de los encuentros casuales ignoró las estadísticas que revelaban que muchos jóvenes millennials no tenían tanto sexo. En 2011 más de la mitad de los millennials no habían tenido relaciones. Una parte considerable de los millennials tampoco tuvo relaciones sexuales en la universidad. En 2012 se descubrió que una quinta parte de las estudiantes universitarias de último año reportaron aún ser vírgenes, mientras que incluso un artículo de la revista New York llamó a los campus "grandes bacanales de borrachos" y encontró que casi el 40% eran vírgenes y solo un tercio de los estudiantes universitarios dijeron haber tenido relaciones sexuales durante un supuesto encuentro casual.
Es un hecho que los millennials tenían relaciones sexuales más tarde y menos que las generaciones anteriores, incluida la generación que decía cómo la cultura de los encuentros casuales estaba matando la intimidad.
Ahora, los millennials, tiene entre 30 y 40 años y están haciendo exactamente lo que los medios de comunicación creían que nunca harían: casarse y tener hijos. Sin embargo, el afán estadounidense de contar historias sobre cómo los jóvenes tienen relaciones sexuales, y especialmente sobre cómo lo hacen mal, no ha desaparecido. Simplemente se ha trasladado a esas misteriosas criaturas conocidas como la Generación Z.
Sin embargo, hay una historia diferente sobre la Generación Z y el sexo: en lugar de tener demasiado sexo impersonal, no lo tienen en absoluto. Se llama la "recesión sexual".
Tienen menos sexo que los millennials, pero no es que no les interese, sino que han comprendido, desde una edad temprana, algo que se les escapó a las generaciones anteriores: que el sexo, sus consecuencias y el control sobre ambos son armas políticas.
Han experimentado de primera mano, que los conservadores sexuales han impulsado políticas que les generan miedo al sexo: por ejemplo, el 16% de los adultos solteros de la Generación Z tienen más miedo a las citas. Sin embargo, al mismo tiempo, también se resisten activamente a las antiguas definiciones de sexo y rechaza las expectativas tradicionales de género. Aunque muchos nunca han tenido sexo, la Generación Z podría ser la generación más progresista sexualmente de la historia.
RECESIÓN SEXUAL
En 2021, solo el 30 % de los encuestados de la Generación Z declaró haber tenido relaciones sexuales, un 17 % menos que los Millennials. En una encuesta de 2022, realizada por el Instituto Kinsey, uno de cada cuatro adultos de la Generación Z afirmó no haber tenido nunca relaciones sexuales con pareja. Para sorpresa, incluso la masturbación está disminuyendo entre los adolescentes.
Un titular de la revista The Atlantic en 2018 expresaba "¿Por qué los jóvenes tienen tan poco sexo?". Tras la pandemia, The New York Times relacionó la mala salud mental y los asombrosos niveles de soledad de los jóvenes estadounidenses con su falta de sexo.
No solo se cree que la Generación Z no tiene sexo, sino que también se opone al mismo. La Generación Z está llena de personas que cree que internet debe ser completamente segura para el trabajo. Estos puritas y sus supuestas preocupaciones -diferencias de edad entre parejas, muestras de fetiches en los desfiles del Orgullo, dinámicas de poder irremediablemente sesgadas en relaciones que alguna vez podrían haber sido percibidas como iguales. Se creía que provenían de la derecha política, sin embargo, vienen de la izquierda y su feminismo "sexo-positivo" y su acercamiento a la "sexonegatividad".
La Generación Z está tan conectada a internet, tan adicta a patologizar la normalidad con lenguaje terapéutico, y tan precipitada hacia los extremos políticos, que ha perdido la capacidad de comprender los matices de las relaciones humanas. Aturdida aún más por el aislamiento de la pandemia, se ha dado por vencida y ha vuelto a sus dormitorios-búnkeres, sola, con el rostro iluminado por una luz azul del celular.
NUEVAS LUCHAS
Ahora los jóvenes luchan por muchos de los mismos derechos por los que progresistas y conservadores se enfrentaron en las décadas de 1960 y 1970, y también por algunos nuevos, ya que la Generación Z es la más diversa hasta la fecha en términos de raza, etnia, identidad de género y orientación sexual.
Más del 60% de los jóvenes de entre 18 y 29 años se inclinan a la izquierda, y alrededor del 25% de la Generación Z se identifica como LGBTQ+. También son cada vez más seculares. Las mujeres de la Generación Z podrían ser la cohorte más progresista jamás documentada en la historia de Estados Unidos; desde 2008, han virado fuertemente a la izquierda en temas como el medio ambiente, el control de armas y el aborto. Mientras tanto, el 56% de los jóvenes votantes masculinos respaldaron a Donald Trump en las elecciones de 2024, pese a que desde 2008 los hombres jóvenes se han vuelto más liberales, no menos, en casi todos los temas, incluidos el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Para muchos miembros de la Generación Z, no basta con ampliar el acceso a temas como la educación sexual, los anticonceptivos y los recursos para combatir la agresión sexual. También buscan desmantelar y reimaginar los conceptos tradicionales del sexo y el deseo para que ya no se sientan tan arraigados ni asfixiantes.
A medida que tratan de revolucionar el sexo, también revoluciona las expectativas de género arraigadas en la sociedad. En vista de estas expectativas, las mujeres deberían ser las guardianas del sexo, dejando siempre de lado a los hombres, quienes son infaliblemente excitados; cualquier consecuencia del sexo es culpa de la mujer; ella debería asumir el trauma, el estigma, el embarazo, la crianza o cualquiera de las innumerables consecuencias que el sexo ha tenido a lo largo de los milenios. Deshacerse de estas expectativas es un aspecto clave del progresismo sexual de los jóvenes.
¿QUÉ ES EL SEXO?
Los jóvenes con una actitud progresista hacia la sexualidad tienden a adoptar una perspectiva más inclusiva. Por ejemplo, perder la virginidad se define tradicionalmente como tener relaciones sexuales de pene en vagina por primera vez. Con frecuencia, la comprensión de su propia identidad queer o sus interacciones con personas LGBTQ+ los llevaron a reevaluar su perspectiva sobre el sexo.
Las personas LGBTQ+, en lugar de obsesionarse demasiado con la virginidad, se sintieron con mayor frecuencia en paz con su estatus sexual, independientemente si habían o no tenido relaciones. Existía la sensación de que la virginidad no importaba tanto, que era un concepto heterosexual impuesto a la fuerza a las personas LGBTQ+. Tener relaciones sexuales por primera vez, saber qué hacer con el cuerpo de otra persona, eso sí importaba. Sin embargo, el término "virginidad" no formaba parte de su vocabulario.
La gente coincide en que no se puede perder la virginidad mediante la masturbación; tenía que haber otra persona (o personas) presente. Pero les cuesta encontrar una respuesta cuando se les pide que definan qué es el sexo para ellos. Incluso para las personas heterosexuales, otras formas de sexo han empezado a contar con más frecuencia. La mayoría de los universitarios cree que el sexo anal implica perder la virginidad, a pesar de la creencia arraigada de que el sexo anal puede ser una forma de acostarse sin perder la virginidad. La mayoría de los jóvenes afirma que el sexo oral también cuenta.
La caída de la tasa de natalidad en Estados Unidos (especialmente entre las mujeres blancas), sumado a la recesión sexual, permite presentar el progresismo sexual como una amenaza existencial, argumentando que ha provocado una ruptura de los roles de género, impidiendo que hombres y mujeres cultiven relaciones y, formen familias.
En la era post-#MeToo y post-pandemia el fetichismo se ha vuelto común. Posiblemente, estamos viviendo nada menos que la segunda venida de la revolución sexual. Juego de palabras intencionado.

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