La historia del capitalismo y sus sucesivas crisis de gobernabilidad generadas por la disrupción técnica y económica genera nuevas formas de gobernabilidad. Quizás por eso las sociedades occidentales creen estar atravesando dos procesos simultáneos: una aceleración tecnológica y económica; y una crisis de los valores e instituciones políticas de la democracia liberal.
Resulta casi irresistible vincular ambos procesos, lo que no lleva a afirmar que este sistema político, que Occidente consagró en la posguerra e intentó globalizar con relativo éxito, quedó obsoleto ante los cambios tecnológicos y económicos que ya no puede contener.
En medio de la paz que se extendió entre las dos guerras mundiales ya se percibía que el entorno tecnológico e informacional estaba evolucionando a una velocidad mayor que la especie humana y su capacidad para adaptarse.
La aparente crisis de gobernabilidad que marca nuestro presente es otro capítulo de este debate que aparenta no tener salida. Sin embargo, cualquier sistema económico es un conjunto de procedimientos donde circula materia, energía e información. Esto funciona como un software instalado en un hardware que son las instituciones, recursos, territorios, gobiernos, etc. De esa manera, podemos decir que el capitalismo es un software que debe desarrollar up grades para afrontar las sucesivas crisis que genera su propia disrupción. El capitalismo 1.0 corresponde al periodo de la llamada Revolución Industrial y se consolidó alrededor del paradigma tecnológico que fue la máquina de vapor y la termodinámica, y un modelo de negocios: la empresa conducida por su propietario.
La crisis de gobernabilidad del capitalismo 1.0 fue evidente ya que nació en un entorno conflictivo de guerras y revoluciones entre 1756 y 1815. Su acelerado desarrollo de mecanizar la producción y la globalización del comercio alteraron la estructura de las sociedades que se iba incorporando al sistema.
El patrón oro y la hegemonía británica aceleraron el desarrollo que llevó a una saturación de la oferta y desembocó en la gran depresión de fines del siglo XIX. De esas crisis emergió el capitalismo 2.0, con un nuevo y más complejo paradigma tecnológico: la electricidad, la motorización, la producción en serie y un tejido institucional más robusto que incluía Estados intervencionistas y grandes empresas oligopólicas. En este proceso las empresas se internacionalizaron llevando a que el consumo y el trabajo se masificaran. El capitalismo 2.0 dejó atrás la hegemonía británica y para garantizar un orden global produjo tensiones entre las naciones que desembocaron en la gran crisis de 1914-1945 (guerras, revoluciones, cracks financieros). Esa crisis de gobernabilidad se resolvió durante la Segunda Guerra Mundial con la consolidación de Estados Unidos dentro de un sistema bipolar y un complejo tejido de instituciones públicas nacionales e internacionales montado en Bretton Woods para garantizar la gobernanza global del capitalismo 2.0.
El Estado de bienestar alcanzado y sostenido sobre la carga fiscal se hizo intolerable para el capital, que aprovechó sus redes transnacionales para evadirse de cualquier regulación estatal dando lugar al capitalismo 3.0, basado en un nuevo modelo de negocios: la empresa conectada a flujos financieros globales y adaptada a ciclos de negocios cortos mediante la tercerización, el offshoring y la mercantilización creciente de áreas enteras desde el ocio con el turismo hasta la imaginación con la publicidad y los medios de comunicación.
Alrededor de este modelo de negocios se desarrollaron nuevas tecnologías como la microelectrónica, la informática, los organismos genéticamente modificados, y nuevas instituciones internacionales (o viejas adaptadas) como la OMC, el FMI, la Bolsa de Valores de Nueva York, entre otras. Los sistemas fiscales nacionales también se adaptaron dejando de distribuir la riqueza hacia abajo para estimular la demanda agregada. La hegemonía estadounidense salió revitalizada por el colapso del bloque comunista a fines de los años 80.
Para algunos el atentado a las Torres Gemelas, y para otros la crisis de 2008 dio por finalizado el capitalismo 3.0 dando paso al capitalismo 4.0 y a la actual crisis de gobernabilidad global.
El paradigma tecnológico actual parece acomodarse alrededor de la llamada inteligencia artificial (IA). La difusión y adopción, muchas veces experimental, de la IA en diferentes modelos de negocios altera tanto las formas de las empresas -que pueden prescindir de personal gracias a la digitalización-, como de producción, de consumo y, finalmente, de subjetividad. Estas microeconomías y modelos de negocios son posibles por una infraestructura física de escala casi planetaria compuesta por cables submarinos, centros de datos, satélites, antenas, servidores, etc., y una disputa abierta en torno de la hegemonía que va a gobernar a este capital global. Estas son las bases de la actual crisis de gobernabilidad.
¿Y ENTONCES?
La crisis de gobernabilidad actual deriva de la precarización del trabajo formal, del empeoramiento de las condiciones materiales, y de la imprevisibilidad de ciertos procesos en las vidas de las personas.
Este deterioro tiene dos factores: crisis climática, un fenómeno que no es nuevo, pero, cuyos efectos de inundaciones, sequías, variaciones térmicas atípicas y reducción de la biodiversidad forman parte de los cálculos y consideraciones de gobiernos y empresas. El segundo factor es la digitalidad como paradigma tecnoeconómico, ya que la difusión y aplicación de estas tecnologías a diferentes modelos de negocios han impactado en ciclos de negocios que se acortan, elimina intermediarios, destruye más empleos de los que crea y se desalariza a los nuevos trabajadores. Esta disrupción schumpeteriana describe una dinámica de inestabilidad y precarización.
En la medida en que la precarización se universaliza se transforma en un problema global. La incertidumbre deja paso a la ignorancia porque la voz de los expertos se deteriora. los datos se vuelven flexibles o blandos y los valores sociales se desdibujan.
La moraleja es que queremos vivir mejor y tenemos los medios técnicos para hacerlo, pero desconocemos el impacto material de esos medios lo que nos lleva a la ingobernabilidad.
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