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3 razones por las que el Golfo de México no puede ser rebautizado


El Golfo de México es mucho más que un cuerpo de agua. Representa una conexión histórica, económica y cultural entre México, Estados Unidos y Cuba, por lo que la orden federal del presidente Donald Trump de cambiar su nombre a “Golfo de América” generó una ola de reacciones en redes sociales, medios de comunicación y la opinión pública.

Ahora bien: ¿Cuáles son las tres razones por las que no puede ser rebautizado?

1. Pertenece a tres países

No pertenece sólo a Estados Unidos. es un mar semicerrado con una extensión de 1.6 millones de kilómetros cuadrados y sus costas abarcan tres países: México, Estados Unidos y Cuba. Cualquier intento de cambio de nombre requeriría la aprobación de los tres gobiernos, algo altamente improbable. 

Si consideramos que las relaciones diplomáticas entre estas naciones históricamente han sido complejas, ace casi imposible un consenso en un tema como este. Cambiar su nombre no solo sería un reto político, sino también un desafío diplomático con consecuencias significativas.

2. La Organización Hidrográfica Internacional regula los nombres oficiales

Hay un organismo global encargado de los nombres de mares y océanos. Se trata de la Organización Hidrográfica Internacional (OHI), cuya función es estandarizar la nomenclatura geográfica en el ámbito marítimo, y es la única institución que podría autorizar un cambio de nombre, pero el proceso es extremadamente complicado.

Modificar el nombre del Golfo de México requeriría años de negociaciones, acuerdos multilaterales y un sinfín de trámites burocráticos. Además, necesitaría la aprobación de diversas organizaciones internacionales, geógrafos y expertos en derecho marítimo. 

3. El costo de actualizar mapas, libros y cultura sería exorbitante

Uno de los factores menos considerados en este tipo de propuestas es el costo. Cambiar el nombre del Golfo de México implicaría una inversión millonaria para actualizar materiales educativos, mapas, documentos oficiales y más. Este cambio no solo afectaría a documentos gubernamentales, sino también a la identidad cultural y la percepción pública de una región que ha llevado el mismo nombre por siglos. De tal forma que modificarlo no garantiza que el nuevo nombre sea aceptado por la población. La historia ha demostrado que los cambios forzados en nomenclatura rara vez tienen éxito.

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