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El dilema de los BRICS

Con las economías emergentes de Brasil, Rusia, India y China, y rápidamente se les unió Sudáfrica, los BRICS ingresaron en el panorama internacional durante la crisis financiera de 2009. Se intentaron posicionar como un bloque rival al modelo global actual y al orden multilateral vigente. Su voz progresista se escuchó en todo el mundo. Sin embargo, pasada la crisis global, y con el desinterés de occidente por las reformas, las ambiciones de los BRICS se fueron frustrando.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca Donald Trump y su grito de guerra "America First" llevó a que Estados Unidos se retire de organizaciones internacionales como el Acuerdo de París sobre el cambio climático, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre otros. También cerró la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) poniéndole fin a la política estadounidense de cooperación para el desarrollo. 

El giro hacia el unilateralismo prioriza la soberanía y los intereses nacionales sobre la cooperación multilateral y pone bajo presión a los demás actores para que redefinan sus roles y sus nuevas alianzas. 

Posiblemente todo esto marque una transición hacia un orden internacional más fragmentado y competitivo con nuevas rivalidades geopolíticas y nuevos alineamientos globales. 

En este contexto los BRICS perdieron brillo y sus propias contradicciones con Occidente se han hecho más visibles. Entre las sanciones a Rusia por la guerra con Ucrania y los nuevos aranceles impuestos, hay demasiados problemas en el comercio global; eso ha llevado a que los BRICS han pasado de ser un bloque con ambiciosos objetivos de desarrollo a ser un rival geopolítico para Occidente. Este cambio se demostró ampliando el bloque para incluir a Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Si bien todos son importantes exportadores de energía que reimpulsó la relevancia del bloque, Irán, Rusia y China quieren desarrollar un sistema monetario alternativo para no depender del dólar.

Todos estos problemas y conflictos han abierto las primeras fisuras a los BRICS desde su fundación. 

India y Brasil se opusieron a la ampliación del bloque y, junto con Sudáfrica, se muestran menos inclinados a posicionarlo contra Occidente. Las democracias de los BRICS están más interesadas en una auténtica multipolaridad. Esta diferencia entre los países antioccidentales y los multialineados sigue presente y amplían las fisuras del bloque. La admisión de Indonesia al bloque profundizó esa divergencia que determinará no solo el futuro de los BRICS, sino también el del orden global.

Mientras tanto Europa y sus numerosos elementos deliberativos, lucha por seguirle el paso al dinámico desarrollo del sistema internacional y definiendo si vuelven a tomar su autonomía sin la alianza con Estados Unidos, lo que implica crear nuevos alineamientos y fortalecer los alternativos. Con los BRICS el contacto se da directamente entre los países miembros y el diálogo prima sobre prevención de conflictos, cuestiones económicas y comerciales, y la cooperación multilateral ante el cambio climático, el desarrollo, entre otros. 

Si bien el dólar estadounidense sigue siendo la moneda líder, muchos actores, entre ellos los BRICS, buscan alternativas. La amenaza de Trump de imponer aranceles universales acercó más a China y Rusia y alimentó sus ambiciones económicas alternativas que podría llevar a cambios fundamentales en el sistema financiero global.


¿A quién le importa el Desarrollo Sustetable?

La Unión Europea y los BRICS se han comprometido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Los países europeos ocupan los primeros puestos en la implementación de estos objetivos, sin embargo, los países de altos ingresos tienden a generar efectos negativos cuando se los relaciona con la producción y la deforestación y otros impactos ambientales y sociales negativos a escala mundial. 

Si la Unión Europea desea seguir siendo un actor global, debería prepararse para un panorama estratégico aún más complicado, porque la multipolaridad llegó para quedarse y para avanzar en un contexto como este, deberá superar la perspectiva transatlántica centrada en Occidente. 

Los países en desarrollo del Sur tienen influencia por primera vez en años, ya sea por sus materias primas o porque son necesarios para gestionar la migración, o porque la creciente polarización entre China y Estados Unidos está abriendo nuevos espacios de negociación no solo para los grandes países del BRICS, sino también para los países más pequeños de la comunidad internacional. 

Los BRICS intentan mostrar una fachada institucional sólida que aún no tienen. Al ser una "asociación informal", los logros sustanciales en materia de desarrollo y economía no han sido muchos. Si han avanzado en un mundo de discursos contrapuestos, sin embargo, la historia dice que un mundo con múltiples centros de poder tiende a aumentar el riesgo de conflictos y guerras. 

Un mundo multipolar solo puede garantizar estabilidad si las principales potencias colaboran. Cuando la multipolaridad no está integrada al multilateralismo, el resultado puede ser la fragmentación y la guerra.

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